Se encontraron con un viejo circo, de esos que hace años no se ven; todo era gris, los payasos solían tener rostros tristes y alguno que otro tal vez brutal. Los mimos no sabían reír, y los niños de aquel poblado sonreían sin parar. Algodones de azúcar y paletas de manzanas cubiertas de caramelo eran la atracción de aquel mágico lugar, los ojos de la chica se iluminaron como hace años no lo hacían, sus pupilas eran idénticas a las de un gato en celo y el noble caballero no pudo resistir hacer brillar su corazón ante aquel melodioso sonido de acordeones, tambores y cilinderos todo juntos al compás mientras la rueda de la fortuna giraba y el carrusel alumbraba con sus majestuosas luces amarillas y pálidas. Sabía que continuar el camino hacia su castillo de piedra y barro encontraría maravillosas sorpresas, pero esta era tan majestuosa que los ojos violetas no podrían jamás comparar, esa emoción que yacía en su corazón era tan infinita, visitaba galaxias completas con solo mirar esos mimos con aspecto gótico fascinante y los payasos mal maquillados y sonrisas falsas, le recordaban a la sociedad misma, así que podría sentirse en casa. ¿Pero que criatura tan hermosa es esa? – Pregunto con gran asombro la joven- – ¡es un gato! susurro el caballero mientas saboreaba el dulce sabor del caramelo de una manzana cubierta de sangre artificial, la más deliciosa que pudo probar en años. ¿Y si lo llevamos con nosotros? pregunto ella, son animales de autodependecia, no será tan fácil mi pequeña, él debe tener ya a quien seguir, si está aquí es porque con alguien más llego, así que olvídalo, será imposible. Bichito, bichito, bichito, ven, que hermoso eres!, donde están tus dueños? A caso no querrás venir conmigo? -Sonrió –