Era tan sencillo como tomar mi conejo de felpa, mi muñeca de trapo y mí pato Cleo. Pero tuve tanto miedo de cruzar la puerta, todo desde adentro se miraba más sencillo, tal vez la idea de soñar siempre resulta más sencilla, pero aquella habitación ya no era suficiente para mí, el insomnio cada vez se adueñaba más y más de mis noches y mis días cada vez eran más solitarios y fríos, ya no tenía espacio para nadie más en mi cama y las sonrisas un día decidieron salir por aquella ventana donde el atardecer desaparecía frente mí, ¡sí!, así nada más, no puedo negarlo, el Miedo, ese que un día me prometió cuidarme de todo peligro, hoy se había convertido en mi más fiel verdugo.
Estuve a un milímetro de poner el primer pie fuera de la división de la vida de los demás y la mía, pero escuche la voz del miedo gritar, ¡No lo hagas! Detente un momento, si cruzas la puerta te encontraras con todos aquellos fantasmas que te asustan al apagar la luz, si cruzas la puerta ya no podre cuidarte, si cruzas la puerta morirás, si cruzas la puerta no volverás a sonreír, si cruzas la puerta ya no iré contigo, si cruzas la puerta la enfermedad sanara, si cruzas la puerta ya no tendré a donde más habitar, suspiro. Todo fue tan confuso en ese momento, las voces, los recuerdos en cada frase que pronunciaba, la ansiedad de no poder controlar el momento me consumía, mi cuerpo expedía sudor frio, mis pupilas se dilataban, las manos me temblaban, mis ojos lubricaban, pero al final caí de rodillas ante ella, solo un milímetro para salir, para descubrir, para vivir.
Me quede paralizada ahí abrazando a mi conejo de felpa, no podía detener el llanto, pero Cleo simplemente avanzo y cruzo la puerta, así sin más, me miro por un instante, y en ese intenté lo entendí ¡todo!, mi miedo no era lo miso para él, tal vez porque solo fuese un lindo pato, pero después recordé que la oscuridad era mi hogar, pero para mis mayores no lo era y debía tenerle miedo, recordé que Yo fui quien cuido de ellos, no necesitaba ser cuidada, yo sabía hacerlo perfectamente, recordé que la alegría ante situaciones banales me hacían única, pero tal vez en algunas muchas ocasiones permití que alguien que le molestaba verme sonreír me quitara aquella sonrisa, entonces supe que si cruzaba aquella puerta seria Yo y solo Yo, me dolía dejar mi casa, mi familia, mis amigos, pero sabes ahora iría a mi hogar, ahora empezaría a vivir mi propia vida, los miedos ahora tal vez serían solo míos y no de los demás, mis sueños serian grandes y maravillosos, y entonces cruce la puerta.
¿Cuántos de nosotros vivimos con miedo a los miedos de las personas que nos rodean? haciéndolos parte de nuestra vida diaria, cortándonos las ganas de vivir. El miedo de mi madre, padre, hermanos, tíos, primos, abuelos, etc… No tiene por qué ser mío, no tiene por qué ser tuyo, así que solo ve y cruza la puerta ¡VIVE!
Lic. Elizabeth Hernández Garrido
Especialista en Recursos Humanos y Terapeuta Holística.