El amor suele ser así, todos solemos ser así, caminó por la vereda justo al final de aquella cabaña y a lo lejos vio la oscuridad que la llevaría a su destino; sentado con un cigarrillo en mano estaba el noble caballero oscuro, llegas un poco tarde, exclamó con una sonrisa pícara, ¡ten, son para ti! Estiró la mano y le entrego un par de tacones rojos, los más hermosos que había visto en su vida, sus ojos se iluminaron, los tomo y no dudo en ponerlos inmediatamente, ¡son perfectos! exclamó ella. Él tomó de su mano y entre murmullos le dijo: sigamos, nuestro castillo nos espera.
Caminaron por un par de horas platicando sobre ella y sus ojos violetas ¿Y ahora que ya conoces el placer físico puedes decirme porque aún sigo aquí? Preguntó el caballero, ella respondió sin pensarlo: fue lo más emocionante que había experimentado en mi vida, el corazón me latía a millones por hora, la piel se me erizaba en cada tacto y las sábanas mojadas exclamaban mi gran placer,
pero jamás entendí porque al amanecer todo se tornaba confuso, incierto y mundano, fue maravilloso, pero mi alma me pedía más y más cada día, llego un momento en que la suavidad de sus manos se volvieron ásperas, y me pregunte muchas veces ?si eso era todo?, ¡yo sabía que no!, algunas noches invitamos a algunas personas a nuestra cama y aunque esas sábanas blancas eran nuestras , al final de la noche llena de placer y perversión, mis ojos miraban aun el sendero, el deseo carnal cada vez era enorme y la soledad también, sabía que en cada amanecer solo seriamos payasos en un mundo de guirnaldas plásticas, Si hubiera creído que eso sería todo, hubiera muerto en poco tiempo y lo peor tu no estarías ahí.
Mi niña, el cuerpo será siempre eso, solo eso, pero el alma es deslumbrante, mágica, inmensa, el mundo se convierte en una semilla de mostaza cuando te encentras en ti, me alegra mucho que no decidieras morir ahí y sin mí, ella agacho la mirada un instante y vio aquellos hermosos tacones rojos que iban perfectas con el color de su labial, aun mejor iban perfectos con el color de su sangre, sangre que recorría todo su cuerpo, que le daba vida, que traía todo su código transgeneracional, sangre que aun en el peor de sus momentos bombeaba su corazón para desgarrarlo y después regresarle la vida misma, la misma sangre que un día dejaría de recorrer todo su cuerpo y entonces ella dormiría, pero quería hacerlo dentro de su castillo de piedra y barro, con luz de velas y olor a tierra mojada en otoño, sobre todo junto a su caballero oscuro.
Después de algunos días caminando sobre el empedrado camino del sendero…
Lic. Elizabeth Hernandez Garrido
Especialista en Administración de Recursos Humanos y Terapeuta Holístico.
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